Crítica de ‘Toro’: Una oportunidad perdida, una más

cartel toroNo voy a engañaros. Toro era una de las películas que más esperaba este año del cine español ¿Por qué? Porque tiene un buen reparto, un director solvente y últimamente el thriller español estaba viviendo un buen momento, La isla mínima es una muestra de ello. Pero tras ver Toro, la cosa cambia. Cambia porque da la sensación de que no hemos visto la película que Kike Maíllo quería que viéramos. Es una película que le falta algo, una cinta que tenía un potencial brutal, pero que por decisiones absurdas de guion o por momentos que están metidos como relleno hacen que la película no alcance nunca las cotas de calidad que debería tener. Si es cierto que tiene unas buenas interpretaciones, pero con eso no se consigue todo. Si no conecto con la historia o las relaciones entre personajes todo me parece fallido.

Toro comienza de manera sobresaliente. Su estética me atrapa, su puesta en escena me gusta. Y me tiene enganchado. Después de los títulos de crédito, con un estilo muy “bondiano”, la cinta cae. Y me voy a explicar. No cae enseguida, todo su inicio con la pausa que le imprime Maíllo me gusta. Es más, me tiene pendiente de las decisiones que tomen sus personajes. Pero cuando la trama se complica, comienza la ¿acción? Y las decisiones de nuestros personajes tienen que tomar el mando, todo se va al traste. La trama principal sigue su rumbo con mucha pausa, yendo de un lado a otro sin saber muy bien que está sucediendo. Con este lío, llegan tramas secundarias que ralentizan la película, las decisiones de muchos de los personajes no tienen ni pies ni cabeza. Incluso, cuando piensas que el clímax final puede salvar algo todo, nada, se queda todo tal como está.

Y con todo, Toro es una oportunidad perdida. Kike Maíllo tiene potencial y la película tiene potencial, pero no sabe explotarlo. Se podría haber hecho un thriller vengativo bastante interesante. Por resumir, el personaje de Mario Casas está destrozado por un acontecimiento del pasado, quiere salir del meollo y rehacer su vida. Una persona del pasado regresa y le pide un favor, acepta. Vale, hasta ahí puedo comprar. Pero luego la cinta parece más una parte más de Transporter que una cinta nueva. Y cuando parece que se va a desatar, no lo hace. Está atada. Toro tendría que haber sido un perro sin correa. Tendría que haber sido desquiciada, más violenta de lo que ya es y cruel. Estamos hablando de un mundo que no es fácil. Tendría que haber sido cruel, hacer que los personajes se derrumbaran y resurgiesen fuertes, llenos de ira y de ganas de verdad de vengarse. Pero se queda en violenta, y un poco light.

Y al único personaje que veo de verdad como me hubiera gustado que fuera toda la película es a Mario Casas. Su personaje está realmente jodido, destrozado y quiere olvidar por completo todo. Hasta que tiene que volver a intervenir y únicamente lo hace del modo que sabe, con violencia. Y lo cierto es que el actor está brutal. Luis Tosar mola, pero es más por la estética que luego en sí su personaje. Y José Sacristán está sublime como uno de los grandes villanos del cine español reciente, aunque en algunas secuencias deje que desear. Toro es una decepción mayúscula, que se salva sólo por unas buenas interpretaciones y por algún momento suelto. El resto aburre, se repite y no hace que empaticemos con ningún personaje. Una oportunidad perdida. Una lástima.

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